Steve Cordon

¿Por qué hacemos lo contrario de lo que deseamos hacer?

Steve Cordon • Oct 04, 2022

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¿Alguna vez te has preguntado por qué luchamos con cosas que queremos hacer, pero muchas veces hacemos exactamente lo contrario? 

Hay situaciones en la vida que nos hacen reaccionar de la manera menos deseada. Por ejemplo, cuando tenemos algún evento inesperado o recibimos malas noticias, en lugar de actuar con paz o con valentía, ¿acaso no nos asustamos, nos preocupamos o nos estresamos? Pero si Jesús mismo nos anunció con anticipación que en este mundo tendríamos aflicciones y dijo que tuviéramos paz porque El había vencido al mundo, entonces ¿por qué actuamos así?

 

El Apóstol Pablo nos da una explicación sobre estas situaciones que enfrentamos todos los días con diversas dificultades que atravesamos. Romanos 7:15-24 nos dice: “No entiendo lo que me pasa, pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco. Ahora bien, si hago lo que no quiero, estoy de acuerdo en que la ley es buena; pero, en ese caso, ya no soy yo quien lo lleva a cabo sino el pecado que habita en mí.  Yo sé que en mí, es decir, en mi naturaleza pecaminosa, nada bueno habita. Aunque deseo hacer lo bueno, no soy capaz de hacerlo. De hecho, no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero. Y si hago lo que no quiero, ya no soy yo quien lo hace sino el pecado que habita en mí.  Así que descubro esta ley: que cuando quiero hacer el bien, me acompaña el mal. Porque en lo íntimo de mi ser me deleito en la ley de Dios; pero me doy cuenta de que en los miembros de mi cuerpo hay otra ley, que es la ley del pecado.  Esta ley lucha contra la ley de mi mente, y me tiene cautivo.  ¡Soy un pobre miserable! ¿Quién me librará de este cuerpo mortal?”.

 

Sabemos lo que tenemos que hacer, pero vamos en la dirección equivocada.  Las reacciones que tenemos son fruto de nuestras raíces culturales, nuestras experiencias, sentimientos y pensamientos que adquirimos, según el contexto familiar en el que crecimos o nuestras vivencias pasadas, lo que marca o determina nuestra forma de ser.  Nuestra cultura tiene una influencia muy fuerte, y aunque tengamos un alto porcentaje de gente que dicen ser cristianos en nuestros países, ese porcentaje no hace ningún cambio en la sociedad, pues todavía vemos los grandes problemas de pobreza, delincuencia e injusticias que existen en ellos.

 

El problema principal es que, llamándonos cristianos, podemos ver claramente una gran diferencia entre ser “admiradores” de Jesús o ser verdaderos adoradores o discípulos, que son los que someten su vida y su cultura a la cultura del Reino de Dios. En realidad, el mayor problema que tenemos en la Iglesia es que tenemos muchas personas cristianas que conocen la Biblia, pero no viven de acuerdo con sus enseñanzas.  En la cultura del Reino de Dios y en las Escrituras están todas las herramientas necesarias para poder vivir las promesas de Dios y superar nuestras debilidades.

 

El Apóstol Pablo termina diciendo en Romanos 7:25 “¡Gracias a Dios! La respuesta está en Jesucristo, nuestro Señor.”  El Señor Jesucristo nos dejó la respuesta para cambiar desde adentro cuando vivimos insatisfechos, tristes o culpables.  El Señor quiere que dejemos de actuar por medio de nuestras emociones y sentimientos y empecemos a actuar por las promesas que Dios nos ha entregado para vivir una vida firme, santa y agradable a Dios.

 

Ahora, debemos aprender a responder a Sus promesas. Esas promesas son cada verdad y cada mandamiento que nos ha revelado en su Palabra.  Por lo tanto, ya no tenemos que vivir nuestras vidas en función de las circunstancias, o en función de nuestra cultura o experiencias pasadas.

 

La madurez espiritual sucede cuando creemos que sin importar las circunstancias que enfrentemos, todo lo que necesitamos escuchar es lo que Dios dice en su Palabra. Para un discípulo de Jesús no hay sustituto para la obediencia a Dios. Él te dará paz, plenitud y guardará tu corazón y tu mente.  Él guardará tus sentimientos y pensamientos. Dios está más interesado en cambiarte a ti que en cambiar tus circunstancias.  Podemos vivir nuestras vidas basadas en emociones y circunstancias, que son pasajeras, o, por el contrario, vivir por sus promesas, produciendo mucho fruto en nuestras vidas.  Eso es lo que dice la Biblia cuando se refiere a vivir por fe y no por vista. Vivir por vista significa que actúas de acuerdo con lo que estás experimentando aquí y ahora, que es la forma en que la mayoría de nosotros estamos viviendo. Dios sabe lo que estás viviendo, pero Dios es un Buen Padre y te ama y todo se puede alcanzar viviendo de acuerdo con Sus Promesas.

 

En el siguiente artículo llamado “Cómo vivir por las promesas de Dios y no por tus circunstancias o emociones”, te daré 3 consejos que te darán claves de cómo vivir las promesas de Dios. 



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Ayudo a líderes, pastores y empresarios Cristianos a hacer CRECER sus organizaciones y LIDERAR mejor.


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